Y entonces, ya no.
De repente, ya nada.
Del siempre, al nunca.
Del quédate, a ojalá nunca hubieras venido.
Y así acaba todo, con un adiós y tal vez algo más que no tiene sentido.
Y es triste, que para poder escribir, primero tenga que perder.
Y es triste no compartir mi felicidad, pero sí mi impotencia.
Porque me prometió la luna, y yo le creí, porque no mentía, la luna era su sonrisa, y fue sólo mía.
Porque me prometió el sol, y yo le creí, porque no mentía, el sol eran sus ojos.
Y entonces me prometió una vida, y yo le creí, porque no mentía.
Lo que no sabía, que por vida se refería a la que me iba a quitar, a la que ya no iba a tener, no a su lado.
Y entonces la luna desapareció, y el sol se apagó y ya no quedó nada más.
Porque en ese momento, se perdió el infinito, porque desde entonces, me perdí yo.
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