Un día, tan sólo tienen un día a la semana para estar juntos. Un día para quererse.
Todos los jueves desde que empezó el verano y llegó él con su pose de adolescente, ella anda por las nubes. Los que dicen que el verano no es para enamorarse es porque no han dormido junto a él y el olor a mar, sintiendo la arena y el sol en la piel.
Sin embargo, es uno de esos amores que se viven en clandestinidad, pues
No se puede hablar de un amor platónico, ya que ambos se quieren, y tanto que se quieren.
Con un nudo en el estómago cada fin de semana cuando sus padres van a hablar con su profesor y le preguntan como lleva las matemáticas.
Entre las clases de matemáticas en un pequeño piso el cuarto día de cada semana surge la química... y también la física.
Corren por una playa cercana y durante unos minutos son libres, y ya
Ella sabe que se va a estrellar, sabe que no lleva el casco puesto, y va hacia una pared de hormigón sin el freno de mano.
Él sabe que no está bien, que podría ser su hija. Que aun que no le dobla la edad, es demasiado joven. Sin embargo, siempre había pensado que no estaba hecho para querer, esa palabra no le significaba nada, hasta que ella llegó y le cambió todos los esquemas.
Su forma de querer es tan diferente a cualquiera que haya podido existir, que me dan escalofríos cada vez que lo recuerdo. Sus miradas entrecortaban la respiración y la sonrisa en cada beso siempre era única.
Al despedirse se daban el beso más triste del mundo, y ella le decía al oído algo que lo dejaba mudo. Por eso era especial. Porque cuando tenía un problema la llamaba desde la cabina más cercana y se olvidaba de todo.
Porque le decía lo mucho que lo quería y él se comportaba con un niño de tres años.
Porque para ellos, el amor, el amor te hace sentirte joven, sentirte niño, y aun que ella no tuviese su edad, él se sentía como un niño a su lado, porque estaba enamorado, y si estar enamorado es equivalente a ser un niño... a los dos les encantaba serlo.
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