Palabras del ayer.

Noviembre del ayer.
Ella está sentada, sola, no tiene ganas de hablar con nadie, se siente rara, pero a la vez feliz, su cabeza esta hecha un lío, sabe lo que quiere, pero no sabe como reconocérselo.
Lo ve venir de lejos, le había dicho que estaba cansado y que no iba a salir, no puede creérselo,  no sabe si alegrarse o llorar.
Saluda a todo el mundo, sin embargo no se da cuenta de aquella chica con brillo en los ojos que está sentada al fondo del banco.
Cada vez los ojos se le acristalan más, siente que las lágrimas van a caer por su mejilla cuando de repente nota ese olor, ese tan especial.
Al mirar hacia arriba ve que él está observándola, con esa mirada, esa sonrisa, tan simple, tan perfecto, tan él.
Se miran, hablan, ríen  se abrazan, se va cada uno por su lado, se echan de menos, se vuelen a mirar, a abrazar, un te quiero al odio, un mordisco en el pómulo, un siempre, un nunca, un todo, un ellos.
Y sin embargo, no están enamorados, al menos, no se dan cuenta de ello, aun no.
Hace frío, están abrazados, él le deja su chaqueta, tiembla, sus labios se ponen morados, ella no puede verle así y se la pone por encima, le abraza, y le besa suavemente en la frente.
Te quiero. Dice ella. No puede evitar dejar de mirarle, y él no puede evitar dejar de sonreír.

Noviembre de hoy.
Ella esta sentada, sola, esta rara, pero a la vez feliz, sabe lo que quiere, y hace tiempo que supo reconocerlo.
Lo ve venir de lejos, le había dicho que estaba cansado y que no iba a salir, no puede creérselo,  no sabe si alegrarse o llorar.
Saluda a todo el mundo, incluyéndola a ella.
Hace frió, sus labios están morados y él necesita urgentemente el calor del Invierno.
Esta vez es otra quien esta a su lado, quien se lleva los te quiero al oído, quien le abraza, a quien echa de menos, a quien promete los siempre.
Esta vez será ella quien le hable de cosas imposibles; no, improbables.