Donde a veces siempre duele.

Dicen que hace frío, eso es porque no están aquí dentro.
Donde todo duele, donde el respirar quema, donde las lágrimas parecen de ácido sulfúrico y van dejando rastro por estas mejillas coloradas.
Sin embargo, me gusta el frío, me recuerda a que en realidad, todos estamos solos, todos tenemos soledad; a que, por mucho calor de amor que diga nadie que tiene, en algún momento se hiela.
Y dejo de sentir las manos, y los pies, me cuesta andar, mantenerme de pie -más que de costumbre- y me siento bien, porque en realidad eso es lo que me gusta. Me gusta darme cuenta de lo pequeña que soy comparado con todo, y que sin embargo puedo sentirme enorme.
Sigo helada, con millones de huecos, de rotos, de cicatrices. Desperfecta y con el pelo alborotado.
Y me río, me río cuando llueve, y cuando de repente una pizca de luz roza mi rostro, me río mientras sueño, mientras me digo que voy a hacer realidad cada cosa que se me pase por la cabeza.
Mientras pienso en el cambio, en los cambios, en mi otra yo, en dentro de dos años, en un Nueva York que no se va a mover del sitio pero que sin embargo, cada día le tengo más ganas.
Me río de la cantidad de miedos que tengo, de lo cobarde que soy y lo bien que se me da hacer de valiente.
Pienso en mi futuro, en Madrid... en Barcelona.. en salir de aquí para acabar volviendo con un "cuanto lo he echado de menos" saliendo de mis labios. De mis finos labios, esos que apenas se ven, que no tienen color, que no son dichos de deseo.
Y los muerdo, y me quedo sin uñas, y no se que más morder, y muevo la pierna hasta que dejo de sentirla.
Porque sí, porque me apetece, me gusta estar incompleta, me gusta tirarme en medio de la calle y mirar las estrellas después de unos cuantos chupitos de tequila, me gusta gritar lo que siento, me gusta ser indecisa, quererlo todo y no tener nada, pero sin embargo luchar, luchar por los por si acaso, por los tal vez, por los quizás.
Me gusta confiar, confiar en ti, confiar en mi, confiar en un nosotros.