Creo que estoy harta de preguntármelo, creo, sí, porque últimamente no tengo nada claro.
Es todo tan surrealista que asusta, y acojonarme no me es difícil.
¿Qué es difícil?
Tú eres difícil, eres complicadísimo, un auténtico gilipollas de película. Tan cerrado siempre, nunca dispuesto a decir lo que sientes, porque lo que piensas lo sueltas sin anestesia y créeme, a veces hace falta calentar un poco el terreno. Como se nota que lo difícil siempre vale la pena. Porque lo valen tus labios, tus lunares detrás de la oreja, ojos caramelizados, y tu clavícula...¿Sabes? El hueco que separa tu clavícula del lóbulo de la oreja sería perfecto para esconderme. Podría pasarme ahí el resto de mis días, susurrándote la nada.
Y me da tanta impotencia... que sepas todos y cada uno de mis puntos débiles -y los fuertes- y jamás hayas llegado a plantearte que coronas a los dos.
¿Tan difícil soy?
Puede que nunca deje las cosas claras, y que mi cabeza sea como el cable de unos auriculares pero, sabes lo mucho que puedo llegar a arriesgar por alguien, solo necesito un -gran- empujón que me ayude a saltar.
¿Qué pierdo? ¿Qué gano?
Sé perfectamente lo que pierdo si no arriesgo, también sé que arriesgándome puedo perder lo mismo que no haciéndolo, pero lo que si que está claro, es que jamás -te- ganaré si no me lo propongo.
*Cómo si de saltar al vacío se tratara*
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